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El Gobierno nacional apostó en los últimos días a instalar la idea de que un grupo de gendarmes pudo haber actuado de manera solitaria y, ante un acto de “desborde”, atacado a algunos de los integrantes de la Pu Lof en Resistencia, incluido Santiago Maldonado. Para esa construcción se valió de distintas versiones –piedrazos o disparos de una escopeta anti tumulto– que circularon por sus medios afines. Sin embargo, para las querellas, nada de eso tiene peso. Desde un primer momento, la persecución que hubo hacia dentro de la comunidad fue justificada por la supuesta agresión recibida por los uniformados Emmanuel Echazú y Ernesto Yañez. Ayer, Echazú ratificó su versión de que fue agredido ni bien ingresó por la tranquera pero los testimonios de los escopeteros Darío Rafael Zoilán, Aníbal Cardozo y la enfermera Maira Ramos lo desmienten: Echazú y Yañez fueron heridos a la vera del Río Chubut y sus golpes podrían ser producto de un enfrentamiento con Maldonado.
El testimonio de los cuatro gendarmes que ayer declararon ante el juez Guido Otranto reafirma la postura de las querellas de que no existió ninguna flagrancia que legitimara el ingreso de Gendarmería al territorio de la Pu Lof en Resistencia y que la orden del comandante Pablo Escola fue entrar directamente para “apresar manifestantes”. Pero el otro dato clave es que sus contradicciones volvieron más verosímil la declaración del testigo Matías Santana, quien observó a tres gendarmes pegándole y luego cargando a Santiago Maldonado.
Para el defensor oficial de Esquel, Fernando Machado, es ahí donde entró en escena la Unimog y quien tuvo que dar la orden para su ingreso no pudo ser otro que Escola, que recibía órdenes del comandante mayor de gendarmería Diego Balari, y éste a su vez de Pablo Noceti, jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad que conduce Patricia Bullrich. El Gobierno nacional, de la mano de Noceti y la Gendarmería, construyó la versión de que el ingreso a la Pu Lof en Resistencia Leleque por parte de los uniformados se produjo ante un “hecho de flagrancia”. Las testimoniales de ayer van a contramano de ese relato.
Echazú y Yañez no actuaron solos. Ante la orden impartida por Escola de entrar y atrapar a los integrantes de la comunidad, los gendarmes que participaron del operativo –que aún no está claro cuántos fueron por las inconsistencias encontradas en los libros de Gendarmería (ver aparte)– ingresaron a la Lof por distintas partes. Algunos lo hicieron por la tranquera, otros rompieron los alambrados y llegaron hasta el río en varios grupos, divididos en grupos de entre tres y cuatro gendarmes. En total, pudo haber sobre el río entre 15 y 20 uniformados.
El Gobierno, a través del Ministerio de Seguridad, se encargó de difundir distintas versiones. Por ejemplo, la del supuesto piedrazo tirado por el gendarme Neri Armando Robledo, o la que surgió el viernes por la noche surgida de la entrevista que le realizó Daniel Barberis, funcionario de Bullrich, al escopetero Zoilán. Este gendarme habría dicho que disparó su arma anti tumulto hacia un bulto negro o azul que cruzaba el río. Si hay una línea de conducta dentro del Gobierno es la sistematicidad para embarrar los dos expedientes en juego, el de desaparición forzada y el del hábeas corpus.
–¿Qué te pasó? –le preguntó el escopetero Cardozo a Echazú cuando éste llegó a la pendiente que llevaba hacia el río. De su declaración queda en evidencia que Echazú -que para ese momento venía caminando- fue herido sobre el río y no arriba, cerca de la tranquera, como sostuvieron los gendarmes desde el primer momento.
–No sé qué me pasó –respondió Echazú, según la testimonial de Cardozo.
A partir de la reconstrucción que realizan las querellas, los hechos son los siguientes:
Echazú sostiene que es golpeado cuando cruza la tranquera o antes, cuando todavía estaba sobre la ruta. Por ese golpe, dice él que le entregó la escopeta a Yañez.
Luego, a Yañez también lo golpean y se retira del lugar en ambulancia, y Echazú vuelve a quedar con una escopeta.
Dentro del expediente ya consta la imagen de Echazú subiendo del río con la escopeta en la mano.
Para las querellas, los golpes ocurrieron sobre el río, tanto los de Echazú como los de Yañez.
Ramos declaró ayer que atendió a Echazú dentro de la Lof, en la casilla de seguridad que utilizaban los integrantes de la comunidad y no sobre la ruta, como sostuvo el propio Echazú. “Yo a Echazú lo atendí adentro”, afirmó Ramos.
Estas dos lesiones fueron las que, según Escola, llevaron a autorizar el ingreso al predio por considerarlas un delito en “flagrancia”. Ahora, si esas lesiones se hicieron a la vera del río, no hubo tal flagrancia y alguien dio la orden de entrar por entrar.
“Es dudoso que la lastimadura de Echazú haya sido por un piedrazo. Su declaración no certera. Los testigos (Cardozo y Zoilán), cuando lo ven subir del río, le ven también una suerte de raspón, un rasguño quizás. Hay una suerte de monopolio circunstancial de los hechos por lo que ocurrió ahí abajo”, sostuvo Machado a la salida del juzgado.
El otro dato central en esta reconstrucción es la participación del Unimog dentro de la Pu Lof en Resistencia. El propio Machado pudo comprobar la existencia de las huellas de ese camión de la Gendarmería justo antes de la pendiente que conduce al río. Hasta el momento, ni el juez Otranto ni la fiscal Silvana Ávila solicitaron algún tipo de peritaje para comprobar (o no) la presencia del Unimog dentro del territorio, que también fue divisado por el testigo Matías Santana.
En ese “monopolio circunstancial de los hechos” que describió el defensor oficial vuelve a jugar un rol ponderante Escola. Si se respetaron las jerarquías de mando, el que tuvo que hacer ingresar la Unimog al territorio fue el propio Escola, segundo comandante a cargo del Escuadrón 36, el mismo que dio la orden de ingresar a la Lof para “apresar manifestantes”, que a su vez recibía órdenes directas de Balari.
Según indicó a PáginaI12 uno de los abogados que tiene acceso directo al expediente, sobresalen las maniobras de la Gendarmería para “provocar la flagrancia”. La teoría de Noceti, esbozada en público varias veces, era que se iba a arrestar a cualquier integrante de la comunidad (el funcionario no hace distinción entre la Lof en Resistencia y la RAM) que fuera visto en un hecho delictivo flagrante. La misma fuente señaló a este diario que queda claro que entre el 31 de julio y el 1º de agosto hubo una búsqueda sistemática para generar “roces y contacto” con los integrantes de la Lof para justificar dicha flagrancia e ingresar al territorio.