Por Juan Alonso / Fuente: Nuestras Voces
Santiago Maldonado lleva 12 días desaparecido, el gobierno nacional continúa negando los hechos y el juez federal, Guido Otranto, investiga a la víctima. Otranto ordenó este sábado un allanamiento en la casa que habitó Santiago en el Bolsón para descartar que no estaba en ese lugar. Dos testigos confirmaron que el joven fue golpeado y apresado por gendarmes entre las 11 y las 12 del 1 de agosto dentro de la comunidad. El juez aún no interrogó al jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti, a cargo del operativo represivo, ni secuestró el material que filmó gendarmería esos días.
A 12 días de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, la actitud del Estado se asemeja a la de un cuartel de bomberos liderado por Nerón. Lo que está sucediendo en el Sur, exactamente en El Bolsón, Esquel, y Cushamen, es propio de un film de terror donde la tragedia no tiene límites. Además de perseguir, reprimir, encarcelar, balear, y desaparecer, el Estado parece demostrar una regresión que pone en serio riesgo el sistema democrático y quiebra los valores esenciales de los Derechos Humanos. Se trata de un gobierno que asumió con los votos, pero adopta un discurso genocida y lo lleva a la práctica con la excusa del “terrorismo” y la creación de un chivo expiatorio puesto en la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), como enemigo a aniquilar. Santiago desapareció en estas circunstancias.
Este sábado 12 de agosto, un grupo de agentes de la Policía Federal y de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) armados hasta los dientes allanaron el lugar donde estuvo viviendo Santiago en El Bolsón. El espectáculo fue padecido por niños y niñas que vieron cómo hombres de fajina con rifles de asalto y pistolas en mano ingresaban en una biblioteca pública y en una feria popular. Lo insólito fue que llegaron –dijeron– para buscar a Maldonado. A cargo del novedoso rastrillaje de tono castrense estuvo el juez federal de Esquel, Guido Otranto en persona y la fiscal subrogante, Silvina Ávila. El magistrado tiene una modalidad original para buscar la verdad. Cuando debe encontrar el rastro de Maldonado en camionetas de Gendarmería, pide por oficio los vehículos y no se molesta porque esa fuerza federal los envió completamente lavados. Otranto tardó nueve días en allanar dos sedes de Gendarmería. Todo un récord.
La Justicia de Esquel ya tiene un gorro y un cuello de polar, que un perro rastreador de nombre Corvan identificó como de Santiago y siguió su rastro de olor hasta la vera de un río dentro del Lof mapuche de Cushamen. Hecho que avala la versión de los dos testigos que han declarado hasta ahora, luego de que el juez les diera garantías sobre la reserva de su identidad. Una mujer y un hombre vieron a Maldonado ser apresado por gendarmes entre las 11 y las 12 del 1 de agosto dentro de la comunidad.
En ese momento, el jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti estaba en la zona y comandó la represión. El portal Nuestras Voces publicó el lunes una fotografía de Noceti parado en la puerta del casco de la Estancia Leleque de Benetton, a siete kilómetros de donde desapareció Santiago. El juez Otranto todavía no le preguntó a Noceti dónde está Maldonado y con quién se comunicó desde la ruta 40. Tampoco secuestró el material que filmó Gendarmería antes y después de la desaparición de Santiago.
A pesar del circo de los medios oficialistas, se dijo que un actor, Francisco Maestre, que viajaba por Entre Ríos trabajando de payaso era Santiago, pero el mismo joven lo desmintió en su cuenta de la red social Facebook. Sin embargo, Clarín insistió con la misma mentira.
Esta semana se hallaron cinco cabellos similares a los de Santiago por su largo, textura y color, dentro de un vehículo unimog de la Gendarmería. Un dato que este cronista reveló el miércoles en las redes sociales, y en medios de comunicación provinciales y nacionales. Ese unimog se encontraba en la Unidad 35 de Gendarmería de El Bolsón y sus ruedas tienen semejanzas con las huellas halladas en la comunidad mapuche de Cushamen. Además de esos cinco cabellos, que serán custodiados por la Policía Federal Argentina hasta la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde se los cotejará con el patrón genético de Sergio Maldonado; los peritos encontraron dos manchas de sangre con el método del luminol (la aplicación de un reactivo químico sobre la extensión de una huella hepática) dentro de una camioneta de Gendarmería, en una soga y debajo de un cono color naranja de los que esa fuerza utiliza en los controles de rutas.
Una de las manchas estaba ubicada a la altura de la rodilla del conductor sobre el margen derecho a unos pocos centímetros. Los dos gendarmes heridos tenían cortes en la cabeza producto de las piedras. Hay que analizar cómo y por qué llegó esa mancha de sangre allí.
¿Estos datos genéticos significan que los registros de cabellos pertenecen a Santiago Maldonado? No. El juez Otranto debe ordenar extraer sangre a Sergio Maldonado y ese patrón sanguíneo será cotejado con los pelos que estaban en el unimog para saber con certeza si pertenecen a Santiago o no.
Esos cabellos fueron encontrados dentro de un vehículo que Gendarmería, la fuerza sospechada, no había admitido oficialmente haber usado. Los testigos de la comunidad mapuche dijeron que Santiago fue llevado a la rastra y a los golpes dentro de un unimog y trasladado a la ruta 40 donde presumiblemente fue llevado a una camioneta, que partió a Esquel. Lo que resta saber de forma fáctica es qué destinos y qué comunicaciones internas se produjeron entre los oficiales a cargo de la represión cuando Noceti estaba ahí.
La represión del 1 de agosto tuvo tres etapas bien definidas y un objetivo: lograr justificar la existencia de un supuesto delito en situación de flagrancia para desatar una nueva cacería contra los mapuches. Por eso la Gendarmería filmó su llegada con más de 100 efectivos a la zona del lof Cushamen y a las 3:30 del 1 detuvo a tres personas en un auto. La madrugada transcurrió entre preparativos con camionetas, camiones, varios colectivos, y al menos un unimog. Esa noche sonaron las balas de goma y los reflectores apuntaban a la comunidad para amedrentar a los mapuches. Según los testigos, Santiago Maldonado ya estaba allí y padeció el mismo acoso.
El funcionario Noceti había recalado en Bariloche el lunes, cuando apresaron a nueve militantes mapuches (siete hombres y dos mujeres, a una de ellas le partieron un diente) y 48 horas después fueron liberados, aunque con imputaciones penales donde el lema punitivo es la “resistencia a la autoridad”.
El lonko mapuche Facundo Jones Huala sigue preso en la cárcel de Esquel desde fines de julio por un pedido de extradición de Chile, pese a que la Corte declaró nulo el juicio donde fue sobreseído. Es decir que será juzgado dos veces por el mismo delito lo cual es ilegal y viola los tratados internacionales.
En el debate oral de 2016 quedó probado que uno de los testigos fue torturado por la Policía de Chubut, que responde al gobernador Mario Das Neves, para que revelase el paradero de Huala. Para colmo, agentes de inteligencia habían espiado a la comunidad.
Los mapuches siguen sobreviviendo en casitas de madera y chapas con temperaturas bajo cero. Hacen fuego para calentar el mate en la inmensa estepa Patagónica. La Gendarmería los hostiga día y noche con reflectores y armas largas. Ellos apenas tienen piedras y algunos van con el rostro tapado porque allí la vida no es tan sagrada como la tierra que compró Joe Lewis y Benetton. Ríos, lagos, caminos, y glaciares son siempre ajenos. El presidente Mauricio Macri ni siquiera llamó a la familia Maldonado. Su ministra Patricia Bullrich asume una narrativa videlista. La noticia por la desaparición forzada de Santiago se extendió como una mancha venenosa por Londres y Estados Unidos.
La Patagonia nunca fue un desierto. Ahora anda por ahí un viento que zumba por las casitas. Voces sin voz. El amor del ausente, el desaparecido, la tierra donde crece la tristeza.