Por Daniel Satur / http://www.laizquierdadiario.com/Confirmado-Gendarmeria-mintio-en-todo-y-entro-con-pistolas-9-milimetros-a-la-Pu-Lof
Si Clarín u otras empresas periodísticas recurrieran al elemental ejercicio de mirar la información y analizarla en lugar de esperar órdenes oficiales para decir aquello que el Gobierno necesita que se diga, la historia sería otra hace rato.
Pareciera que a las redacciones de algunos medios no hubieran llegado videos, fotos y testimonios clave que sí recorren las redes sociales. Curioso. ¿Curioso?
Lo cierto es que, como cada vez se cierra más el cerco sobre la Gendarmería y los funcionarios del Ministerio de Seguridad respecto al accionar en los hechos que derivaron en la desaparición forzada de Santiago Maldonado, ahora algunos buscan reubicarse.
Esta semana las puertas del Juzgado Federal de Esquel estuvieron movidas. Por allí desfilaron una docena de gendarmes que actuaron en la represión del 31 de julio y 1° de agosto, cuyo saldo trágico fue, nada menos, la desaparición forzada de Santiago Maldonado.
Tarde, sí. Los responsables de la represión declararon más de cuarenta días después de los hechos. No sólo contaron con tiempo de sobra para estudiarse el libreto escrito por sus superiores sino que la misma fuerza dispuso de todos los medios para adulterar evidencias y hasta eliminar pruebas fundamentales.
Sin embargo, el desfile de los uniformados por la sede judicial ya está provocando novedades. Por ejemplo, contradicciones importantes en el relato de quienes arremetieron sobre el predio donde vive la comunidad mapuche.
Horas antes de que el cabo primero del escuadrón 36 de Esquel, Andrés Ahumada, se presentara a declarar en calidad de mero “testigo” ante la fiscal Silvina Ávila y el juez Guido Otranto, La Izquierda Diario publicó una nota en la que lo mencionaba como uno de los gendarmes que ingresaron a la Pu Lof el 1° de agosto portando una pistola Pietro Beretta 9 milímetros.
En ese artículo, titulado “¿Gendarmería disparó con pistolas 9 milímetros el día que desapareció Santiago Maldonado?”, este cronista recontruyó parte de la actuación de Ahumada en esos momentos y concluyó que el cabo primero cumplió un rol central en la avanzada de Gendarmería al traspasar la tranquera junto a su superior, el segundo jefe del escuadrón Esquel Juan Pablo Escola.
Gran parte de lo que aquí se dijo fue corroborado por Ahumada en sede judicial, desmintiendo en el mismo acto muchas de las cosas manifestadas con anterioridad tanto por sus superiores de la fuerza como por los funcionarios del Ministerio de Seguridad que comanda Patricia Bullrich.
Gendarmería mintió en su informe del 8 de agosto, firmado por el comandante general Claudio Osvaldo Domenechini, cuando dijo que quienes portaban ese día pistolas 9 milímetros cargadas y listas para usar eran parte del “personal de conductores de los vehículos que no intervienen directamente en los hechos”. A su vez, desde el principio la superioridad militar y política de los gendarmes insistió en que ese día no se había siquiera portado armas de fuego durante la represión. Ambas cosas ayer fueron desmentidas por el propio cabo Ahumada y su abogado Gustavo Dalzone. El gendarme no sólo intervino directamente en los hechos sino que, como demostró este diario, lo hizo con un protagonismo central, siendo uno de los primeros que ingresó a la Pu Lof a los gritos y, quizás, a los tiros.
Pero como no pueden con su genio, Ahumada se reservó algunas mentiras. Según dijo a Clarín el abogado Dalzone, el cabo primero reconoció que manejaba una de las Ford Ranger, que entró munido de su arma de fuego pero que “no se bajó del vehículo”. El video filmado por el mismo Ahumada, y otro filmado por la gendarme asignada oficialmente a registrar filmicamente todo, lo desmienten categóricamente.
Pero hay más. Es cierto lo que dice Gendarmería, que Ahumada condujo una de las dos camionetas que acompañó en un primer momento al grupo de cuarenta gendarmes al mando de Juan Pablo Escola. Pero no es cierto que el comandante haya pedido “usar las camionetas como escudo ante las piedras que le lanzaban los ocupantes”. Como el video también muestra, fue el propio Ahumada quien convenció a su superior de avanzar con la Ranger, a quien Escola habilitó con un “oka”. Obviamente Escola valoraba muy positivamente esa ayuda de parte de quien le rendía constante pleitesía.
A lo anterior se suma otro dato relevante. No sólo Ahumada entró con una 9 milímetros al predio. También lo hicieron otros gendarmes que conducían móviles (al menos otra camioneta Ranger y un Unicargo), quienes según la afirmación del abogado Dalzone debían “sí o sí” ir armados “en todo momento y circunstancia”. Esto demostraría que la decisión de que las 9 milímetros entren al predio era premeditada. Resta saber si se usaron finalmente y qué efectos generaron.
Posiblemente los conductores de la otra camioneta y del vehículo tipo unimog sean los gendarmes Cecilio Fernández y Lucio Buch, quienes este viernes declararon con Ahumada ante el juez y la fiscal. Buch habría manejado el unimog y Fernández la otra Ranger. Y a ellos se suma un cuarto gendarme, Martín Darío Lozano, quien acudió al lugar en otra camioneta por pedido de Escola minutos después de comenzar con la avanzada represiva.
Es muy probable que Fernández, Buch y Lozano portaran cada uno, como Ahumada, una de las seis Prieto Beretta que Gendarmería reconoce que se proveyeron para el operativo.
A esta altura el segundo jefe del escuadrón 36 de Gendarmería, Juan Pablo Escola, debería ser sometido a un proceso por, cuanto menos, falso testimonio. En declaraciones periodísticas recientes dijo que ordenó “al salir de Esquel que los choferes de los vehículos de Esquel solamente lleven pistola, pero ellos no se enfrentaron”. Sin embargo ya está confirmado que tanto Ahumada como Lozano, Buch y Fernández formaron parte del pelotón de enfrentamiento con los manifestantes.
Este sábado el ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación Germán Garavanodijo en una entrevista en radio La Red que “probablemente” algunos gendarmes “no dijeron la verdad”. Y agregó que “hay que destacar una investigación de la propia Gendarmería Nacional y del Ministerio de Seguridad a través de su Dirección de Violencia Institucional que empezaron a profundizar y aportaron elementos a la fiscal y al juez que han permitido dar un envión a la investigación”.
Garavano también falta a la verdad. Lejos de supuestos “enviones” en pos de que se sepan los hechos, a esta altura es claro que Patricia Bullrich y Pablo Noceti mintieron cuando dijeron que las tempranas declaraciones tomadas a unos 40 gendarmes por parte del mismo Ministerio de Seguridad (entregadas al juez casi un mes después) no arrojaban datos de relevancia ni contradicciones.
También es claro que la comandancia de los escuadrones de Gendarmería de Esquel y El Bolsón mintieron cuando dijeron a medios del Grupo Clarín que el pelotón que entró a la Pu Lof no llevaba pistolas 9 milímetros, que no disparó ni atacó con piedras a los manifestantes de la comunidad mapuche, que tampoco los alcanzó en su avanzada y que ni siquiera llegó a la margen del Río Chubut.
Y evidentemente el juez Guido Otranto y la fiscal Silvina Ávila también se suman a la mentira organizada cuando dicen que no hay razones para citar a declaración indagatoria e imputar a todos los arriba nombrados, y a muchos más.
Hasta el momento los únicos que no mintieron y están dispuestos a decir siempre lo mismo (e incluso a ampliar información sobre lo que sufrieron, vieron y escucharon) son los miembros de la misma Pu Lof y quienes se han solidarizado desde siempre con su lucha.
Obviamente esperar que Otranto y Ávila busquen procesar a todos los gendarmes y funcionarios políticos que intervinieron en la desaparición de Santiago Maldonado y en el encubrimiento, es poco menos que una ingenuidad. De allí que lo mínimo que debería hacerse con ellos es removerlos del caso, tal como lo solicitó el jueves la familia del joven por el que toda una sociedad exige su aparición con vida ya.