Fuente: http://www.infobae.com/sociedad/policiales/2017/09/10/santiago-maldonado-era-un-pibe-pacifico-no-mataba-ni-a-una-mosca/
Juan Alberto Roca y Sergio Bahamondi son profesor y compañero de Kenpo, el arte marcial que el joven desaparecido había comenzado a practicar en El Bolsón. En una entrevista exclusiva con Infobae descartan que estuviera involucrado con grupos radicalizados mapuches
Sobre el tatami del centro de artes marciales El Recinto, en el centro de El Bolsón, hay un agujero. No es físico. La superficie no fue perforada por ninguna máquina. Es un hueco emocional que se siente y se replica con la misma magnitud en el pecho de todos los que allí practican cada semana el arte marcial china Kenpo. El vacío no se relaciona con una parte filosófica del ritual oriental que hace siglos adoptaron los guerreros japoneses. Es ausencia y tiene cuerpo. Y nombre. Y apellido: Santiago Maldonado, el joven desaparecido hace 41 días tras un enfrentamiento entre la comunidad mapuche de la Pu Lof y Gendarmería nacional, practicaba hacía dos meses con ellos. Ahora se preguntan dónde está.
Santiago era un aprendiz que, por carisma y solidaridad, se había ganado el afecto de su profesor y de sus compañeros, a quienes se los ve heridos por el golpe de la incertidumbre. Juan Alberto Roca (43) y Sergio Víctor Bahamondi (35), profesor y amigo, respectivamente, no hacen otra cosa que preguntarse qué pasó con Maldonado desde el 1° de agosto, día que fue visto por última vez en territorio mapuche, a unos 100 kilómetros de esta comarca rodeada de cerros nevados y lagos turquesas.
La mañana de aquel día, Bahamondi le mandó un whatsapp a Santiago: “¿Venís hoy a practicar?”. El hombre muestra su teléfono. El mensaje tiene un solo tilde. “Nunca lo recibió”, dice el compañero y se refriega los ojos: “Y al otro día vi su foto en la tele, era ‘El Jipito’, era Santi, no lo podía creer”.
Roca y Bahamondi se presentaron días atrás de manera espontánea ante el juez Guido Otranto, que investiga la desaparición forzada del joven tatuador de 28 años. Cuando todavía humeaban versiones sobre un posible enfrentamiento con un puestero, ocurrido el 21 de julio, fueron a aclarar que el día 27 de ese mes Santiago había estado practicando Kenpo, que estaba sano y no presentaba heridas de ningún tipo. Los investigadores aprovecharon y trataron de indagar sobre la personalidad de Maldonado, e incluso, cuenta Bahamondi, sobre su manera de pensar y su ideología.
“Pero Santiago era un pibe pacífico, no mataba ni a una mosca. Estamos muy angustiados porque lo extrañamos y es doloroso esto, no saber qué hicieron con él, qué carajo pasó”, se emociona este cartero oriundo de Trelew.
Roca, su profesor, está enojado por las versiones periodísticas que le arrogaron a él haber dicho ante Otranto que Maldonado era “muy bueno” en esta arte marcial y en “el uso de cuchillos y katanas”. Se lo ve molesto por lo que él asegura que es una mentira. “Santiago era un aprendiz, tenía buena estética de los movimientos y captaba rápido los conceptos pero no tenía ni cinturón amarillo, que se obtiene tras el primer examen”, aclara. Sergio lo interrumpe y, con una sonrisa, agrega: “Santi no tenía ni kimono, venía con su ropa, con olor a humo por la calefacción a leña”.
Maldonado se acercó a El Recinto una tarde de junio. Tenía ganas de practicar un arte marcial y, en el primer día, probó toda la oferta del lugar. Sus amigos lo recuerdan con risas. Arrancó a las cuatro de la tarde y terminó a las 23. “Me dijo que le gustó el Kenpo porque le hacía acordar al Kung Fu que había practicado cuando estuvo en Chile. Estaba agotado ese día, pobre”. Sergio cuenta que Santiago le decía que de chico le gustaban las artes marciales pero que le daba vergüenza practicarlas y que en Chile se había animado. “Era flaquito pero tenía buena resistencia física”.
Ni Sergio y Juan Alberto saben cómo referirse a Maldonado, qué tiempo verbal usar. Pero por razones que parecen obvias usan el tiempo pasado. Hablan de un Santiago que ya no está. “Lo extrañamos mucho”, repite Sergio.
Juan Alberto necesita aclarar que le resulta muy poco probable que Maldonado haya actuado con fiereza en el enfrentamiento con Gendarmería. “No era un tipo agresivo. Yo lo hacía practicar con aprendices, el no golpeaba al otro, marcaba al compañero y sacaba el brazo. Una vez lo probé yo en un combate para ver cómo reaccionaba, lo arrinconé y él en lugar de sacar pecho, se encerró y se cubrió, se puso en situación defensiva”, explica y arriesga: “Si me preguntás cómo lo imagino en un conflicto como el de la Pu Lof, lo veo en posición fetal”.
Maldonado sedujo a Juan Alberto y a Sergio por su manera de ser. Por eso se hicieron amigos. Ellos dicen que era una persona distinta de las que suelen practicar artes marciales.
–Era un flaco interesante por las cosas que hablábamos. Era un tipo re bueno, no hay palabras para definir esto. No tenía maldad, era educado,– describe Sergio.
–Era cautivante charlar con él, siempre era interesante lo que decía. Era de leer, le gustaba el arte, la cultura, la lectura. No recuerdo de qué libros me hablaba porque yo no manejo el tema de lectura. Pero era un tipo extrovertido, curioso, le gustaba conocer cosas,-agrega Roca.
–A mí una vuelta hablando me dijo que le interesaba conocer todas las formas de vida que hay en el mundo, la cultura, poder compartir. Me contó que en uno de sus viajes compartió cosas con algunas culturas. Y le gustaba estar del lado del más humilde, no sé por qué parte había estado que ayudó en un comedor, le daba de comer a la gente,-relata Bahamondi.
Maldonado escuchaba rap. Sus amigos dicen que siempre les hablaba de las letras con contenido social, que eso lo enganchaba con bandas como Cypress Hill. En los descansos de las clases solía hacer ruidos de percusión con su boca y un alumno de unos 12 años en Kenpo siempre le pedía que armara ritmos y rapeara. “El aceptaba y se reía, era bueno con todo el mundo, algunos lo cargaban para que se afeitara y él se divertía”.
En El Recinto le decían “Jipito”, pero en El Bolsón, donde vivía hacía cuatro meses, se lo conocía como “El Brujo”. Sus amigos del arte marcial lo recuerdan como un tipo generoso. Como no tenía dinero a Roca le ofreció pagarle con un tatuaje. “A mí no me gustan así que le dije que siguiera viniendo, que no había problema. Poco después me trajo un licor de regalo, pero yo no tomo alcohol”, ríe el profesor. “Era muy generoso. A mí también, me dijo que me hacía los tatuajes gratis”, agrega Sergio.
En Kenpo se habían “enganchado” con la personalidad de Santiago y querían que siguiera. De alguna manera, buscaban arraigarlo a El Bolsón porque sabían que Maldonado era “un espíritu libre” que siempre andaba viajando. Roca recuerda que una de las últimas veces que charló con él Santiago le dijo que extrañaba mucho a su mamá y a su abuela y que no sabía si se iba a quedar en El Bolsón.
“Yo estaba interesado en que él rindiera para cinturón amarillo. Entonces tenía que coordinar con él el tema de la fecha, los exámenes son generalmente en octubre o noviembre. Pero él me venía hablando de la madre y estaba medio emocionado, como que extrañaba mucho a la madre y me comenta que él quería viajar a ver a su madre. Y me regala un día una artesanía, como una pipa. Y digo ‘qué hago yo para que se quede, era bueno como practicante’ y a la próxima clase le llevo un llavero de regalo y le dijo ‘tomá, cuando encuentres un arraigo en la vida, quedate’. Y él se río y lo agarró, no sé cómo lo habrá incorporado”, cuenta emocionado Roca.
Ese día, Sergio y Juan Alberto le habían hablado de que tal vez era el momento para él de “echar raíces en algún lugar”. “Pensábamos que su vida era hermosa, llena de libertad. Pero también lo jodíamos para que sentara cabeza y se quedara en algún lado. Y ahí fue lo del llavero. Era un pibe espectacular, esto nos impactó mucho. El nos contó que tenía una novia pero que se enojó porque se fue a viajar como 15 meses. Nos contaba que en su pago era la vuelta al perro, que se aburría, que le gustaba recorrer. Estar acá le gustaba, aunque no tenía mucho trabajo, no sabía qué hacer, tenía ganas de quedarse”.
Ni Roca ni Bahamondi saben qué relación tenía él con la comunidad mapuche, aunque sí reconocen que a algunos los conocía de la feria de artesanos de El Bolsón, donde Maldonado ofrecía sus tatuajes. “Para mí fue a ver cómo vivía la gente, esa cultura. Le gustaba compartir con las comunidades formas de vida. Al loco le gustaba tener aventuras. Tenía la mente abierta”, supone Sergio.
En sus declaraciones testimoniales ante el juez Otranto, a Roca le preguntaron más por sus condiciones físicas y a Bahamondi, por la ideología de Maldonado, las preferencias políticas. “El me dijo que no le gustaban los políticos, que hacen campaña para vivir bien ellos y vos siempre estás en la misma. Y tiene razón. Hablaba de la gente pobre en un país tan rico y me dijo que nunca votó en su vida. No era ni kirchnerista, ni macrista, ni zurdo, su ideal era ayudar al que menos tiene, eso me dijo”.
También le preguntaron a Bahamondi si creía que Santiago podía estar vinculado a grupos radicalizados. “Era un flaco que tenía mucho que perder pasando a la clandestinidad. Era un tipo que amaba la libertad. Extrañaba a la madre, al papá y a la abuela, que estaba viejita. Era un tipo totalmente cariñoso, no lo imagino escondido, le gustaba relacionarse con la gente”, aclara.
No obstante, Roca y Bahamondi aseguran que en los videos donde se ve el corte de la ruta 40 del 1° de agosto, “Santiago es fácilmente reconocible”. Ambos se propusieron mirar las imágenes separados y después, cuentan, los dos identificaron a Maldonado en la misma figura: por su forma de caminar y por un gesto que hacía cuando se metía las manos en los bolsillos. “Era un tipo inteligente, buen pibe, buena madera. No creo ni que haya tirado unas piedras, la agresividad no le salía por ningún lado”, remarca Roca.
Mañana lunes 11, las clases de Kenpo comenzarán a las 22 en El Recinto. El agujero seguirá marcado en el tatami y en el pecho de los compañeros de Santiago Maldonado. Bahamondi dice que ese vacío se llama angustia. “Seguimos entrenando pero es angustiante, conocer una persona muy rica, esto es duro, es feo, era un pibe espectacular”.
Y si bien ni él ni Roca se animan a aventurar ninguna hipótesis, descartan que Maldonado esté vagando por la estepa patagónica o escondido con el grupo mapuche de la Pu Lof. Sergio se emociona. Mira por una ventana cómo el sol del atardecer estalla contra la nieve de las cumbres. Después de un rato de silencio que dura segundos, o quizá siglos, suelta sus últimas palabras: “Era un tipo totalmente cariñoso, no lo imagino escondido. Santiago era un pibe de mundo que le gustaba andar y andar. Y este es un mundo peligroso para andar”.